Conoce a Cecilia
Fabre

Cecilia nació en París el 12 de mayo de 1968, día de la gran manifestación obrero
estudiantil y de Juana de Arco. 
Sus padres, Teresa Robles y Roberto Fabre, que estábamos en Francia para
estudiar un postgrado que nos permitiría regresar a México a realizar un trabajo
comunitario en la zona tarahumara, interpretamos esta fecha como un presagio
del destino de Cecilia como luchadora al servicio de la humanidad. No nos
equivocamos. 
Ese domingo 12 de mayo era también en Francia, día de las madres y ese
nacimiento, un verdadero regalo para la mamá. 
Pero Cecilia no llegó sola, tuvo un hermano gemelo, Andrés, que nació pesando
200 grs. más que ella. Esta diferencia se mantuvo a lo largo de los primeros años.
Andrés creció más rápido, más fuerte y se desarrolló más pronto. 
Regresamos a México a los seis meses de edad. Cecilia aprendió a hablar en
francés, idioma que se hablaba en casa y en casa de sus abuelos. Cuando entró a
la escuela y ahí se enteró de que los demás hablaban español, se negó a volver a
hablar en francés. Esto ya mostraba desde muy pequeña rasgos de su carácter
fuerte. Desde antes de aprender a caminar se defendía del hermano y del primo
varios meses mayor, que ya caminaban, y los hacía llorar jalándoles el pelo y
arañándolos. Ella, por supuesto no daba ni muestras de dolor por lo que le hacían.
Como Andrés creció más rápido, se volvió el foco de atención de los adultos que
lo festejaban por cada cosa que hacía. Esto le dio a Cecilia la oportunidad de ser
ella misma, más libre, hacer lo que quería, como quería, sin tener que complacer a
nadie. 
Cecilia, Andrés y más tarde su hermano menor Daniel, asistieron a una escuela
Montessori. Como Andrés estaba aprendiendo a escribir con letra palmer, Cecilia
pidió a sus maestras una letra diferente para ella y aprendió a escribir con letra de
molde. 
Desde chiquita fue una niña muy sensible, con una gran capacidad de
observación. Le gustaba pintar y combinaba los colores con libertad y un gusto
fino, muy particular. Recuerdo por ejemplo un cuadro en el que eligió una cartulina
lila para pintar un árbol verde con una luna plateada. Era un paisaje hermoso
como de otro planeta. Otra vez pintó unos pétalos de flor y en uno de ellos una
gota de rocío. 
Con su familia, siempre estuvo en contacto cercano con la Naturaleza: creció en
una casa de San Ángel con un jardín de 2000 m2, llena de mascotas: perros,
gatos, palomas, conejos, hamsters y peces que reproducíamos. A los dos años de
edad fue a su primer campamento. Todos los meses salíamos al menos un fin de
semana, primero a acampar, luego en un remolque, más tarde en un camión casa
(camper), casi siempre con amigos y por último, en un velero. 
Cecilia siempre disfrutó estos viajes, creo que siempre ha disfrutado todo en la
vida. Recuerdo un día en un viaje en que un niño abrió la puerta del camper y
comentó, “uff, hay mucha tierra, está sucio, cuánta basura” y Cecilia de seis años
salió detrás comentando “qué bonito día, hay tierrita y palitos para jugar, ¡qué

padre!”, se sentó en el suelo y se puso a hacer casitas y caminos de tierra, ramitas
y hojas. 
Todas estas características, ya mostraban en ella un candidato a terapeuta
ericksoniana que busca la individualidad de cada persona, sabe observar, es
creativo, conoce los ritmos de la Naturaleza, se sabe parte de ellos y los
aprovecha para construir metáforas, ve el lado positivo de cada situación de vida. 
A esto colaboraron también las escuelas Montessori y activas a las que asistió. 
Cuando iba a entrar a la Universidad, sus opciones para elegir tuvieron siempre
que ver con sanar, enseñar, ayudar: veterinaria, pedagogía, psicología, por la que
finalmente se decidió. 
Cecilia se casó muy joven, a los 20 años, con un joven dentista, seguro, decidido
y, como ella, lleno de ideales. Aún estaba en la Universidad cuando se casó y
seguía estudiando cuando se embarazó dos años después. Y así terminó la
carrera. Nació Rodolfo, su primer hijo y muy pronto presentó problemas graves de
salud. Los médicos no sabían qué tenía. Le hicieron diagnósticos de cólera,
apendicitis, HIV, enfermedad de Crom y no era nada de eso. Nació su segunda
hija, Ana Ceci y buscando una vida más sana para toda la familia, se fueron a vivir
a Cuernavaca. Cecilia terminó la escuela y a pesar de estos problemas, se dió a la
tarea de organizar y administrar un centro de desarrollo integral en Cuernavaca, el
Tejabán.  Mientras tanto, el bebé seguía mal. Estaba ya con el intestino ulcerado e
intoxicado con medicamentos cuando decidieron consultar a un infectólogo
mexicano en Chicago. En medio de estas preocupaciones y problemas, Cecilia
terminó su tesis y presentó su examen profesional la víspera de irse a Chicago. 
Afortunadamente todo salió bien y Rodolfito se recuperó casi milagrosamente. 
Con los dos niños pequeños Cecilia venía a la Cd. De México a hacer el
entrenamiento en psicoterapia ericksoniana (que más tarde fue una Maestría) en
el Instituto Milton H. Erickson de la Ciudad de México donde se quedaba a trabajar
uno o dos días por semana. Cuando terminó el entrenamiento, instaló su
consultorio privado en Cuernavaca al lado de la clínica odontológica de Rodolfo,
su marido, dando consulta ericksoniana a niños, adolescentes, adultos, parejas,
familias y grupos. 
Sin embargo, incansable, buscando siempre nuevos conocimientos y una mejor
formación, se inscribió a la Maestría en Terapia Familiar en el Instituto
Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF) y otra vez viajó cada semana a
estudiar a la ciudad de México durante tres años más. 
Cuando Ana Ceci tenía ya seis años y Rodolfo ocho, Cecilia y Rodolfo decidieron
tener un hijo más, y así nació Aranza, una niña querida y feliz como sus
hermanos. 
Poco después, formó el Instituto Milton H. Erickson de Cuernavaca, donde se
impartió la Maestría en Psicoterapia Ericksoniana, junto con el Centro
Ericksoniano de México. Empezó a dar entrenamiento a distintos grupos. Uno de
ellos, continuó en supervisión más allá del entrenamiento y decidió escribir un libro
de cuentos terapéuticos que Cecilia supervisó, revisó, editó y fue publicado por
Alom Editores SA de CV con el título La Granja de la esperanza. Borrando las
huellas de la vergüenza. Este libro ya fue publicado en portugués.  
Y como Cecilia demostró una gran habilidad como contadora de cuentos
terapéuticos, estuvo a cargo de la sección de cuentos terapéuticos en la Revista

Saludablemente Disfrutando, donde frecuentemente se publicaron cuentos suyos.
También grabó un material de audio titulado Para quien busca el amor… y la
estrella de la Navidad. Ha desarrollado modelos terapéuticos para trabajar con
familias a través de los cuentos que inventan y actúan sus hijos y, en fin, a sus 36
años fue nominada como parte de las 100 mujeres destacadas de Morelos, como
reconocimiento a una vida intensa, entregada y llena de logros como Mujer,
esposa, madre, hija, profesionista y maestra. 
Se mudó a Cancún donde formó el Instituto Milton H. Erickson de Cancún que
impartió durante varios años el programa de Maestría del Centro Ericksoniano de
México en forma intensiva.
Pero Cecilia siguió y sigue llena de planes y proyectos. Continuó estudiando y se
formó como consteladora en el Instituto SOWELO y, más tarde, en
configuraciones organizacionales en el mismo Instituto.
A partir de ahí, durante su formación, Cecilia comenzó a observar las semejanzas
y diferencias entre los modelos de Bert Hellinger, Milton H. Erickson y Teresa
Robles. A partir de ahí, integró un nuevo modelo terapéutico: Las constelaciones
familiares ericksonianas, tomando en cuenta las aportaciones de estos tres
grandes maestros.
Este modelo se publicó simultáneamente en francés y en español en un libro que
lleva ese título.
Su carrera internacional comenzó un poco antes de su inclusión en la Mesa
directiva de la Sociedad Internacional de Hipnosis, representando a México y a
América Latina.
Y desde entonces sus viajes para enseñar en el extranjero y su participación en
Congresos Nacionales e Internacionales se ha multiplicado.
Ejerce como Directora General del Grupo Centro Ericksoniano de México desde
2010.
Las constelaciones familiares ericksonianas, no han sido su única creación. Cecilia
formó el programa Vacaciones para el alma que se imparte dos veces al año, así
como un grupo para trabajar con personas con sobrepeso llamado Aligerando tu
cuerpo, aligerando tu alma, que se concretó y publicó como un Manual para
trabajar en grupo con ese nombre.
Con la finalidad de llevar los beneficios de la hipnosis ericksoniana más allá del
consultorio, Cecilia ha participado en diferentes redes sociales con videos y en
vivos.
Desde 2023, y con esta misma finalidad, ha iniciado junto con Teresa Robles,
tres proyectos muy ambiciosos: una clínica virtual llamada Evolux (evolux.mx), una
plataforma concursos de Desarrollo Personal a bajo costo, Ajal Li’ik y Autohipnosis
para ti que es un sistema de suscripciones a ejercicios de autohipnosis.
Tengo la certeza de que Cecilia seguirá sorprendiéndonos todavía más en los
próximos años, por lo que te invito a seguirla en las redes sociales.

 

Dra Teresa Robles,

Centro Ericksoniano de México, AC.